Ursula K. Le Guin, la feminista que dio un giro a las convenciones de la ciencia ficción

Ursula K. Le Guin, la inmensamente famosa escritora que dio profundidad literaria y una vigorosa sensibilidad feminista a la ciencia ficción y la fantasía con libros como La mano izquierda de la oscuridad y la serie de Terramar, falleció en su casa de Portland, Oregon. Tenía 88 años.

Su hijo, Theo Downes-Le Guin, confirmó su muerte. No especificó la causa; solo dijo que su salud se había deteriorado durante varios meses.

Le Guin abrazó los temas estándar de los géneros que eligió: hechicería y dragones, naves espaciales y conflictos planetarios. Aun cuando sus protagonistas son masculinos, evitan la postura machista de gran parte de los héroes de ciencia ficción y fantasía. Los conflictos que enfrentan se originan típicamente en un choque cultural y se resuelven más por la conciliación y el autosacrificio que con espadas o batallas espaciales.

Sus libros se han traducido a más de cuarenta idiomas y han vendido millones de copias en todo el mundo. Varios de ellos, incluyendo La mano izquierda de la oscuridad —ambientado en un planeta donde las distinciones de género comunes no son aplicables—, se han estado imprimiendo durante casi cincuenta años. El crítico Harold Bloom alabó a Le Guin, llamándola “una creadora magníficamente imaginativa y con un gran estilo” que “ha elevado a la fantasía a un alto nivel literario para nuestra era”.

Además de veintitantas novelas, fue la autora de una decena de libros de poesía, más de cien cuentos (reunidos en varios tomos), siete colecciones de ensayos, trece libros para niños y cinco volúmenes de traducción, incluyendo el Tao Te Ching, de Lao Tse, y poemas selectos de la ganadora chilena del premio Nobel, Gabriela Mistral. También es autora de una guía para escritores.

La narrativa de Le Guin va de aventuras para adultos jóvenes a irónicas fábulas filosóficas. Combina historias atractivas, una lógica narrativa rigurosa y un estilo austero pero lírico que lleva a los lectores a lo que ella llamaba las “tierras internas” de la imaginación. Ese tipo de escritura, creía Le Guin, podía ser una fuerza moral.
“Si no quieres o no puedes imaginar los resultados de tus acciones, no hay manera de que actúes moral o responsablemente”, dijo en una entrevista con The Guardian en 2005. “Los niños pequeños no pueden hacerlo; los bebés son monstruos moralmente —totalmente codiciosos—. Hay que instruir a su imaginación en la previsión y la empatía”. La “placentera labor” del escritor, dijo, es ofrecer a la imaginación del lector “el mejor y más puro alimento que pueda absorber”.

Ursula Kroeber nació en Berkeley, California, el 21 de octubre de 1929, la más pequeña de cuatro hijos y la única niña de dos antropólogos, Alfred L. Kroeber y Theodora Quinn Kroeber. Su padre era experto en los indígenas de California y su madre escribió el aclamado libro Ishi in Two Worlds (1966), sobre la vida y la muerte del “último indio salvaje” de California.

A una corta edad, Le Guin se sumergió en libros sobre mitología, entre ellos La rama dorada, de James Frazer, fantasía clásica como Cuentos de un soñador, de Lord Dunsany, y las revistas de ciencia ficción de esa época. Sin embargo, en sus primeros años adolescentes perdió el interés en la ciencia ficción porque, recordaba, las historias “parecían tratarse todas sobre herramientas y soldados: los hombres van y conquistan el universo”.

Se graduó del Radcliffe College en 1951, obtuvo una maestría en Literatura de la Edad Media y el Renacimiento en la Universidad de Columbia en 1952, y se hizo acreedora a una beca Fullbright para estudiar en París. Ahí conoció a otro becario Fullbright, Charles Le Guin, con quien se casó y que le sobrevive.

Tras regresar a Estados Unidos, abandonó sus estudios de posgrado para criar una familia. Al final, los Le Guin se establecieron en Portland, donde ella dio clases de Historia en la Universidad Estatal de Portland.

Además de su esposo y su hijo, le sobreviven dos hijas, Caroline y Elisabeth Le Guin; dos hermanos, Theodore y Clifton Kroeber, y cuatro nietos.

A principios de la década de los sesenta Le Guin había escrito cinco novelas que no se habían publicado, cuya acción transcurría en su mayoría en un país imaginario de Europa central llamado Orsinia. Deseosa de encontrar un mercado más abierto, decidió intentar escribir en un género narrativo menos realista.

Su primera novela de ciencia ficción, El mundo de Rocannon, salió a la luz en 1966. Dos años después publicó Un mago de Terramar, el primer libro de una serie sobre un mundo inventado donde la práctica de la magia es tan precisa como cualquier otra ciencia, e igual de moralmente ambigua.

Los primeros tres libros de Terramar —los otros dos son Las tumbas de Atuan (1971) y La costa más lejana (1972)— fueron escritos, a solicitud de su editor, para adultos jóvenes. Sin embargo, su gran escala y estilo elevado no muestran trazas de estar escritos con condescendencia hacia un determinado público.

La magia de Terramar depende del lenguaje: los magos obtienen poder sobre la gente y las cosas cuando conocen su “verdadero nombre”. Le Guin se tomó esta disciplina muy en serio cuando nombró a sus propios personajes. “Debo encontrar el nombre correcto o no puedo continuar con la historia”, dijo. “No puedo escribir la historia si el nombre está mal”
La serie de Terramar tiene una clara influencia de la trilogía de El señor de los anillos, de J. R. R. Tolkien, pero en lugar de una guerra santa entre el bien y el mal, las historias de Le Guin están construidas alrededor de la búsqueda de “equilibrio” entre fuerzas opuestas —un concepto que adaptó de su estudio de toda la vida de los textos taoístas—.
Regresó a Terramar más tarde en su carrera, extendiendo y profundizando la trilogía con libros como Tehanu (1990) y En el otro viento (2001), escritos para un público general.

La mano izquierda de la oscuridad, publicado en 1969, transcurre en un planeta llamado Gueden, donde las personas no son hombres ni mujeres, sino que asumen los atributos de cualquiera de los dos sexos durante periodos breves de fervor reproductivo. Hablando con ecuanimidad antropológica, Le Guin se refirió después a su novela como un “experimento de pensamiento” diseñado para explorar la naturaleza de las sociedades humanas.

Sin embargo, no hay nada de ecuanimidad en la relación central del libro, entre un nativo andrógino de Gueden y un humano de la Tierra. El libro ganó dos premios importantes de ciencia ficción, el Hugo y el Nébula, y se lee mucho en preparatorias y universidades.

Gran parte de la ciencia ficción de Le Guin tiene un contexto común: una confederación no muy estrecha de mundos conocidos como Ekumen. Fue fundada por un pueblo antiguo que plantó humanos en planetas habitables a través de la galaxia: incluyendo Gueden, la Tierra y los mundos gemelos de su novela más ambiciosa: Los desposeídos. Una utopía ambigua (1974).

Como sugiere el subtítulo, Los desposeídos contrasta dos formas de organización social: una sociedad capitalista caótica pero vibrante, que oprime a la clase inferior, y una “utopía” sin clases (basada en parte en las ideas del anarquista ruso Peter Kropotkin), que resulta ser opresiva en su propia manera conformista. Le Guin le da al lector la libertad de encontrar un equilibrio cómodo entre las dos.

La rueda del cielo (1971) ofrece un enfoque muy diferente de las ambiciones utópicas. Un hombre, cuyos sueños pueden alterar la realidad, cae bajo el influjo de un psiquiatra, quien usurpa su poder para conjurar su propia visión de un mundo perfecto, con resultados lamentables.
La rueda del cielo es de los pocos libros de Le Guin que se han adaptado al cine o la televisión. Hubo dos versiones para la televisión, una de PBS en 1980 y otra en el canal de cable A&E en 2002.

Entre las otras adaptaciones de su trabajo estuvieron la película de animación japonesa de 2006 Cuentos de Terramar y una miniserie de 2004 que transmitió el canal Sci-Fi (ahora Syfy), Leyenda de Terramar.

Con excepción de La rueda del cielo de 1980, Le Guin tenía pocas cosas buenas que decir sobre ellas.
Le Guin siempre se consideró feminista, aunque las convenciones de género la llevaron a centrar sus libros en héroes masculinos. Sus textos tardíos, como las adiciones a la serie de Terramar y cuentos de Ekumen como Cuatro caminos hacia el perdón (1995) y El relato (2000), están narrados en su mayor parte desde una perspectiva femenina.

En algunos de sus últimos libros, cedió a una tendencia hacia el didactismo, como si estuviera perdiendo la paciencia con la humanidad por no aprender las lecciones difíciles —sobre la necesidad de equilibrio y compasión— que sus mejores libros encarnan tan sagazmente.

En la ceremonia del Premio Nacional del Libro 2014 se le otorgó a Le Guin la medalla por Contribución Distinguida a las Letras Estadounidenses. Aceptó la medalla en nombre de sus colegas escritores de fantasía y ciencia ficción que, según ella, habían sido “excluidos de la literatura durante mucho tiempo”, mientras que los honores literarios se rendían a los “así llamados realistas”.

También conminó a los editores y escritores a no poner demasiado énfasis en las ganancias.

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